La historia comienza con Marcelina “La Tota” Toledo, una bisabuela, abuela, madre y también hija, que en edad de adulta mayor, se vio en la vicisitud de no hallarse a gusto en el centro de ancianos en el que se encontraba.
“La abuela de mi madre estaba en un geriátrico y la verdad que no la estaba pasando muy bien, eran un poco lúgubres las conexiones, muy de hospital, muy frío”, compartió Lisandro Vega, coordinador del hogar Abuela Inda, en diálogo con La Voz de Misiones.
Frente a este hecho, su hija, Alba Konopacki, quien “no quería que mi abuela pase sus últimos días así”, vio la necesidad de crear un hogar propio destinado a abuelas que fuese “más cálido, con cuadros, con arte, con actividades”, destacó su hijo.
Fue así que juntos construyeron, hace 17 años, el Hogar Abuela Inda, ubicado en el centro de la capital misionera, sobre la calle Belgrano al 1552.
“La primera abuela en ingresar fue mi bisabuela”, exclamó Lisandro.
El hogar, que al día de hoy cuenta con 25 abuelas de entre 75 y 100 años, recibe el nombre de la bisabuela paterna de la familia: Inda, en memoria y homenaje a ella.
Allí, las abuelas reciben atención las 24 horas del día, con seguimiento médico y nutricional, acompañamiento y contención de asistentes gerontológicas.
“Ellas arrancan su día tempranito, entre 7 y 7:30 se empiezan a levantar, se las asea primero, después desayunan, a medida que se van levantando, realizan actividades a la mañana, generalmente reciben algunas visitas que empiezan de 10 a 11:30, otras miran televisión o van al patio a tomar mate y almuerzan temprano, a las 11.30”, detalló Lisandro.
“El almuerzo y la cena es de acuerdo a lo que nos va indicando la nutricionista del hogar. Son de tres pasos: entrada, plato principal y postre a elección”, indicó.
Con respecto a su itinerario por la tarde, el coordinador afirmó que, “después de una siesta y la merienda, ya empezamos con los talleres de estimulación cognitiva y recreación, que son tres veces por semana: taller de música, de laborterapia (manualidades y labores creativas) y de actividad física”.
“Ellas también reciben visita a la tarde, de 17 a 19”, agreg
“Vuelven a socializar”
“Quizás, la experiencia que uno tiene con la gente de tercera edad, es en su casa, con su abuela o bisabuela”, comenzó explicando Lisandro, y comparó los diferentes escenarios en que se desenvuelven: “Pero una cosa son ellas en un núcleo familiar cerrado, como su casa, que se comportan de una manera hasta caprichosa, podríamos decir, y otra cosa es acá conviviendo con sus pares”.
“Vuelven a socializar, al ‘buen día’, ‘¿cómo está?’, ‘pase usted’. Vuelven a ese código de convivencia y eso ayuda muchísimo, a nivel cognitivo es muy positivo”, resaltó.
“Acá ellas se comportan como si estuvieran en un café en una esquina de Posadas”, añadió.
“Y sucede algo muy llamativo cuando viene un familiar, se comportan automáticamente de otra manera. Salen de acá del living y en el trayecto hasta llegar al patio ya alguna comienza a manifestar una dolencia, a quejarse”, dijo.
El resto del tiempo, en cambio, “entre ellas se autorregulan, cuando hay una que está un poco sensible, las demás están ahí para ella, la ayudan, es una comunidad entre ellas”, afirmó Lisandro.
Carmen, una de las abuelas, contó que “mi hijo más chico, con mi nieta, me traen libros de inglés y yo repaso”, y recordó: “Yo era profesora de inglés, ahora hay cosas que ya no me acuerdo, pero practico, francés también. Con mi amiga Leoponina, a veces recordamos palabras en guaraní”.
“Tengo mi atlas acá y me gusta mirar los países y las capitales, mi sueño siempre fue conocer las Antillas”, postuló.
Leoponina, su amiga, es oriunda de Paraguay y recuerda con añoranza su país natal: “Vine desde muy chica a Posadas, después me casé y no volví más, hay días que estoy triste porque pienso que nunca más voy a tener la posibilidad de volver y visitar donde era la casa de mi mamá, no sé qué fue de ella”.
El arte: “un cable a tierra”
En relación con el fuerte componente artístico que interpela la grilla de actividades, el responsable a cargo del hogar explicó que “el arte es muy importante para el ser humano, es terapéutico, un cable a tierra, y para ellas, que ya no son activas en cuanto a lo laboral, el arte viene a ocupar un lugar fundamental para el espíritu, para el alma”.
Además de las actividades semanales, todos los sábados las visitan diferentes cuadros artísticos: “Suele venir el padre Pedro de la catedral con el acordeón a cantar con ellas. Eventualmente, vienen músicos desde el Centro del Conocimiento a brindar shows de tango, de folklore, además de las fechas patrias y los cumpleaños que festejamos con jornadas recreativas en donde invitamos a las familias”, enumeró Lisandro.
“El pasado 25 de mayo se hizo un locro, se decoró con banderas, se eligió una abanderada, se cantó el himno”, siguió.
Un día a la vez
“En mi taller de música sucede algo muy interesante: las señoras, el 80%, tienen alzheimer de diferentes grados, desde el grado uno al cinco. Son señoras que vos le preguntás qué comieron hace una hora y no se acuerdan, pero empieza a sonar un bolero, empezamos a cantar y se acuerdan la letra de punta a punta”, compartió.
“Se acuerdan la melodía, cantan, mueven los brazos, bailan, están conectadas. Fijate el poder que tiene el arte de conectarse, es como un conocimiento mucho más profundo”, resaltó.
“Termina el taller y hay una notable cambio de energía en general en cuanto a su espíritu, están más alegres, conversan, descansan mejor”, describió Lisandro.
“Ellas realmente viven un día a la vez, como se tendría que vivir, están muy presentes”, finalizó.